Este podría ser mi post más superficial, o quizás no, dependerá del color de los lentes con los que Ud. lo lea.
Aquí se discrimina.
Usted lo puede poner de la manera más bonita, decir que es open-minded, y eso puede ser cierto. De hecho me gusta pensar que salvo algunas oportunidades, yo acepto o intento aceptar las personas como son. Pero incluso yo no estoy exenta en algunas oportunidades de tener juicios errados y disfrazarlos de “tener una opinión”. Es en esas oportunidades que pongo frenos torpedo y me auto-examino. Pero pasa… eso pasa.
Últimamente he visto casos y hechos cada vez son más frecuentes de personas allegadas que de alguna u otra forma se han sentido juzgados y han sido maltratados por su apariencia, forma de pensar, orientación e incluso género. No sé si la cosa está peor o que ahora la gente ya no tiene miedo a compartir esas experiencias que antes les hacían sentir vergüenza. El mundo está cambiando, y el miedo a denunciar se está perdiendo.
No todos podemos ser como mi amiga la Pinta (Patricia), que acepta a todo el mundo, que maneja el umbral de la belleza más amplio que conozco, para Pat nadie es feo, ella siempre le encuentra lo lindo, puede ver belleza en todas partes. Créanme, cuando Patricia dice que alguien es feo es porque no hay remedio, y creo que muy pocas veces lo he escuchado.
Voy a generalizar, porque es más fácil y porque no tengo una estadística para comenzar a tirar números y porcentajes, pero aquí se discrimina por color de la piel, cabello (sea la textura o el color), el carro en el que usted anda, los zapatos que se puso (sí, discrimino a todo el que tenga más de 15 años y ande en la calle con unos crocs sin ser médico o chef), por los tatuajes, el apellido, si es feo, por su orientación sexual, posición económica y hasta sector donde vive, así como una infinidad de cosas que no deberían ser parámetro para nada.
Aquí en este país (porque yo vivo aquí, es la sociedad que me nutre… o desnutre, depende cómo lo vean), se discrimina por todo. Estoy segura que en otros lugares también, en muchos.
Hace un par de años luego de caminar incansablemente por NY el día entero y sin haber parado a comer, mi esposo y yo (en aquél entonces, novios), ya rendidos del hambre y cansancio entramos a un restaurante que por fuera no decía nada, pero que al entrar sorprendía. Para ilustrarlos, todo el que estaba ahí estaba trajeado o con ropa de trabajo, imaginen un after-office de gente tipo Wall Street, bueno… así. Y nosotros con el hambre y el cansancio reflejado en la cara, jeans rotos, tennis y Hoodies; y una hostess impecable que nos hace la temida pregunta: “Tienen reservación?”. De inmediato pensé «mierda, nos van a rebotar». Al responder que no, su respuesta fue una amplia sonrisa y un “that’s ok, we’ll find you a place”. Debo decir que en pocos lugares me han tratado tan bien, así con la cara brillosa de no haberme bañado en todo el día. Ojo: No digo que allá no discriminan, porque claro que sí! Pero en ese lugar en específico, no fue así, y eso marca una diferencia que todavía hoy la recuerdo. La gente siempre recuerda cuando la hacen sentir bien.
He estado en ambos lados del prejuicio del peso, he sido flaca como maría-palito y grande como Nedoca de dos puertas, y el trato en ambos extremos es diferente. No me refiriero sólo a los hombres, de hecho siempre he pensado que en la mayoría de los lugares los hombres brindan un mejor servicio, no matter what, y yo trabajo brindando servicio, yo hablo con base. Las mujeres te miran de arriba abajo y es probable que aunque tu autoestima sea de hierro y andes regia, esa mirada te haga cuestionar si saliste con el ziper abierto o si tienes los dientes llenos de pintalabios. Suena feo, está mal que yo lo diga pero tuve la “suerte” de que Dios no me hizo fea, me dio los cabellos “buenos” y el presupuesto para ser rubia, porque si cuando estaba como Tinaco de 500 Gl, hubiera sido fea, me habrían puesto a hacer más filas que un día de cobro en Orange.
Este complejo de Guacanagarix todavía lo tenemos tras las orejas, al igual que el negro, como dicen en el campo. Aquí el trato cambia cuando se es blanco, rubio y con los ojos de colores (porque el marrón y el negro aparentemente no son colores). Aunque usted sea de los rubios de Constanza, esté más ruyío que salami colgando en colmado, y todavía tenga los cadillos en los pantalones, es probable que hasta alfombra el tiren para que camine. Y sin embargo todos los blanquitos del mundo vienen a playas caribeñas a freírse en el sol a ver si cogen nuestro colorcito aceitunado, moreno hermoso. Como dicen los gringos: The grass is always greener…
Recuerdo que duré como 9 meses antes de mostrar tatuajes en la oficina. En cierto sentido esperaba que mi desempeño estuviera «probado» antes de mostrar semejante atrocidad en mi lugar de labores, y que la percepción de la gente cambiara. Nunca cambió.
Siempre he querido tener el cabello largo y rizado, como Fátima la de La Reina del Sur o Jade la del Clon (la versión Brasileña, que la otra fue un tollo), y no me crece ni se me riza. Y todas las chicas con el pelo rizado pasándose un Avlon cada tres semanas; y lo peor de todo: Muchas no quieren hacerlo. En este momento, y desde hace meses, quisiera tener el cabello morado, así como el tono de Kelly Osbourne, pero cada vez que pienso en lo mucho que me gusta cobrar los 15 y los 30, se me pasa.
No voy a mencionar lo de la orientación sexual, para mí una de las cosas más estúpidas del mundo. Qué importa con quien usted se acueste en la noche o de quien se enamore, si el amor es tan bonito. Por qué sólo reservarlo para unos cuántos? A usted quién le dio el privilegio de decidir quién puede y quién no puede vivir el amor? Cómo va a afectar eso sus cualidades como persona? Es tonto, es inexplicable.
No es lo mismo llegar en un Picanto que en un vehículo del año, preferiblemente Jeepeta y carro largo de lujo a un restaurante de esos de moda. Porque el Valet lo va a mirar como si hubiera llegado en un Lada del 82, tomará las llaves con los dedos de las manos extendidos, arrugará la cara como si jediera, y lo más seguro le deje el carro mal parqueado. Si por el contrario llega en un Mercedes CL-Class 2015, ese hombre va a brincar de la silla, va a quitar a todo el mundo del medio y removerá dos conos mamey que tiene guardando un parqueo VIP al ladito de la puerta del local; y se dirigirá a usted como “jefe”, “comando”, o “dama”.
En otras sociedades, ser artista es algo celebrado, es exaltado, impulsado y motivado desde temprana edad. Aquí ser artista es un reto, un reto para demostrar que no se es un vago que quiere vivir del cuento. Se les inculca a los niños a buscar un trabajo de verdad, a tener una profesión y entrar en un molde que no es propio. Se les reprime el espíritu. Qué no diera yo para poder vivir escribiendo!?!
Sin embargo, todo esto se cae si usted tiene dinero, y me refiero a mucho. Si es así se va a pasar por alto todos esos detallitos insignificantes como que usted tenga una “lavadora”, o sea un lobista de criminal altamente conocido. En dicho caso hasta las familias de abolengo aparecerán abrazándole en alguna foto en medios sociales, aunque a puertas cerradas lo desprecien, pero la necesidad tiene cara de hereje.
Deseo y espero que eventualmente todo esto cambie, tengo mucha esperanza porque mi generación sigue despertando. Es una labor difícil y que necesitará varias generaciones, pero no es imposible. Es un trabajo fino que debe comenzar en casa, inculcando tolerancia y respeto frente a las diferencias, y apreciación frente a la vida y sus matices. Pero “en el mientras tanto”, en lo que el hacha va y viene… si usted tiene la desdicha de ser fe@, gordit@, de tez oscura, llego al restaurante en un Corolla del 91, no tiene onda, su apellido es Martínez (y no sigue con Del Orbe), nada más que se jodió.